domingo, 12 de enero de 2014

"La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús."


Pues en el trajín de la vida, a veces se cuela la tristeza. Es cierto que hay muchos motivos para ella, está justificada si quieres justificarla. También en mi vida y en la vida de muchos de mi alrededor. ¿Quienes no tenemos motivos para la tristeza? ¿Quienes no encontramos a veces imposible la alegría?
Pero ahí estaba, rotunda, sin circunloquios. "La primera en la frente", reza el dicho de mi pueblo, pero la primera fue directamente al corazón.
Desde hace 28 años, quitando alguna vez de muchísimo ajetreo o enfermedad, cada día me he alimentado con el Evangelio.
Pero cuando, por circunstancias de la vida, esta navidad pasada me descubrí profundamente triste, me acordé de estas primeras palabras de la Exhortación Apostólica del Papa. Y las he andado rumiando hasta hoy que por fin me he formulado la pregunta que me runruneba por dentro:
¿Mi encuentro diario con Jesús es desde el corazón o hablo con él como papagayo?

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